Este viernes de convivencia ha sido un día diferente para todos nosotros. Para la mayoría de mis compañeros porque pudieron realizar el camino teniendo la oportunidad de encontrarse con compañeros con los que quizás no había tenido la oportunidad de conocer mejor, o incluso de intercambiar impresiones sobre la convivencia.
En mi caso, y dado que no pude ir
por mi dichosa rodilla que no mejora y de la cual me tienen que intervenir de
nuevo, evitando cualquier posible incidente que haga que se vuelva a salir la
rótula que está suelta.
Pero ese día estuve haciendo unas
actividades que nos indicaron y además pensando en ese objetivo que nos
habíamos marcado en clase sobre la creación de un banco de alimentos para
paliar la subida de la inflación y que afecta a tantas
personas que no pueden llegar a fin de mes con la cesta de la compra.
Sin embargo, a mí me gustaba
mucho más la idea de visitar a los abuelitos de las residencias de ancianos,
que aunque no les faltará el alimento, sin embargo sí que necesitan alimentarse
de afecto y la frescura de la juventud.
Me hubiese gustado más, porque
nosotros también necesitamos pasar un buen rato con ellos, e impregnarnos de
sus recuerdos, de todas esas vivencias que les hace sabios y que han sabido
adaptarse a los tiempos partiendo de situaciones de miseria como las que vivían
cuando eran niños, tanto o más que las que se están viviendo ahora.
Ellos también eran niños de la
guerra, que sabían compartir, ayudarse y crecer desde la nada, y sin embargo,
nosotros ahora teniéndolo todo no somos capaces de poder compartir, ayudarnos y
crecer con esa alegría.
De cualquier modo, cualquier
objetivo de ayuda que nos planteemos, tanto si es el banco de alimentos, como
visitar a los abuelos, o cualquier otro gesto, será una experiencia de la cual
podremos aprender.
Andrea Cuartero
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