En la antigua Roma los matrimonios eran, a priori, con total falta de amor, salvo excepciones, como en todo. El objetivo principal del matrimonio era la procreación, crear ciudadanos romanos que sirvieran de provecho para el Estado, bien como soldados, políticos, agricultores, mercaderes, etc.
El matrimonio servía también para forjar alianzas entre familias y aumentar el poder, tanto económico y social como político.
Por ello, las relaciones sexuales entre marido y mujer eran, prácticamente, un trámite burocrático. De ahí que en muchas ocasiones existieran los trámites de divorcio que la mujer podría demandar, eso sí, con testigos masculinos que le avalasen.
Nicolás, Carlota y David
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